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domingo, 21 de febrero de 2010

Psicodermatología: Enfermedades a flor de piel

  • Se trata de una especialidad a medio camino entre lo psicológico y lo dermatológico
Ilustración: Luis Parejo(Ilustración: Luis Parejo)

Acné, alopecia, rosácea, eccema, verrugas... Son muchos los trastornos de la piel que empeoran ante situaciones de estrés y ansiedad. Y aunque los canales que comunican mente y cuerpo apenas empiezan a ser comprendidos por los especialistas, cada vez son más los dermatólogos que recurren a la psicoterapia para tratar ciertas enfermedades de la piel.

El interés por esta relación ha dado lugar al nacimiento de la llamada Psicodermatología, una especialidad a medio camino entre lo psicológico y lo dermatológico que combina el uso de fármacos con terapias tan dispares como la relajación, la meditación o la hipnosis.

"La mayoría de las personas que visita a un especialista por problemas de piel tiene algún trastorno psicológico que puede afectar al modo en que responde a los tratamientos", reconoce el doctor Ted Grossbart, especialista en esta materia del Centro Beth Israel Deaconess de Boston (en EEUU), en la revista 'Harvard Women's Health Watch'.

Quienes se dedican a abordar los vínculos entre mente y piel reconocen que es difícil establecer una relación causal directa entre ambas, pero no tienen ninguna duda al asegurar que el estrés y otros trastornos psicológicos son capaces de agravar o desencadenar ciertos problemas dermatológicos.

Estrés, exámenes, guerras y terremotos

"Los dermatólogos sabemos bien que, por ejemplo, el acné de los adolescentes empeora en épocas de exámenes; o que existe un tipo de caída de cabello, la alopecia areata, fuertemente vinculada con el estrés", añade Marta García Bustinduy, especialista del Hospital Universitario de Canarias y miembro del grupo de trabajo de la Academia Española de Dermatología sobre este tema.

Algunas investigaciones han demostrado que el estrés crónico puede llegar a alterar la barrera permeable que tiene nuestra piel para protegernos de agresiones externas o evitar la pérdida de fluidos de algunas de las capas que la constituyen. Una alteración que se considera clave en numerosas enfermedades de la piel.

Otros trabajos, por su parte, han detectado elevadas tasas de alopecia (pérdida de cabello) en poblaciones que han sufrido una guerra o un atentado terrorista. En el transcurso de la guerra de los Balcanes, los brotes de psoriasis fueron muy abundantes; mientras que muchos casos de dermatitis atópica se vieron agravados tras el terremoto sufrido en 1995 por la localidad japonesa de Hanshin.

En otros casos, el paciente padece algún trastorno que le desfigura la cara o le estigmatiza socialmente (herpes genital o un vitíligo grave, por ejemplo) y puede llegar a provocar en él sentimientos de humillación y depresión, alterando seriamente su calidad de vida. Ciertos estudios mencionan mayor riesgo de suicidio entre personas con acné o psoriasis grave.

¿Qué hay que tratar primero?

La Psicodermatología no pretende, según añade el mismo artículo, sustituir los fármacos tópicos por psicoterapia. Pero entonces, ¿qué hay que tratar primero, la mente o la piel? Como responde la especialista canaria se trata de ahondar en los trastornos de la psique que se esconden detrás de una alteración cutánea y solucionar el problema desde ambas vías simultáneamente.

El problema, como admite Bustinduy, es que se trata de un "terreno difícil y muchos pacientes piensan que les estás llamando locos, se niegan en rotundo a que indagues en sus problemas personales y cambian de especialista cuando oyen mencionar el tema".

Por eso, reconoce, la sensibilidad del dermatólogo juega un papel importante para saber buscar la raíz del problema. "Decirle a las personas el porqué de las cosas es tranquilizador, los pacientes llegan a agradecer que les mandes al psicólogo". La falta de tiempo en las consultas de la Seguridad Social es otro de los problemas de sus colegas a la hora de prestarle más atención a este asunto, reconoce.

Muchos dermatólogos recurren a la medicación psiquiátrica (antidepresivos, benzodiacepinas, ciertos antihistamínicos...) para controlar algunas patologías. "Algunos colegas están muy acostumbrados a tratar con psicofármacos, mientras que otros preferimos consultar al psiquiatra o remitirle el caso", matiza la dermatóloga española.

Fármacos o psicoterapia

Otro recurso del que disponen estos profesionales es el uso de ciertas terapias psicológicas, pese a que muchas de las investigaciones que han tratado de demostrar sus beneficios eran pequeñas o tenían deficiencias metodológicas.

Algunos de estos trabajos, por ejemplo, han mostrado ciertas mejorías en el control de la sudoración o los picores, la alopecia e incluso las verrugas gracias a la hipnosis. Las técnicas de relajación y meditación, por su parte, se han empleado conjuntamente con la medicina convencional para el tratamiento del acné, la psoriasis, el eccema o la urticaria.

Un escenario bien distinto es el de ciertas enfermedades psiquiátricas cuyas manifestaciones acaban repercutiendo sobre la piel. En estos casos, tratar la patología de la mente es prioritario, aunque también hace falta un dermatólogo que cuide de esos efectos secundarios que a menudo se provoca el propio paciente.

Es el caso de la tricotilomanía, una alteración se refleja en tirones de pelo continuos; la parasitosis ilusoria, por la que el paciente piensa que su cuerpo está infectado por parásitos y se rasca y araña continuamente la piel; o la dermatitis artefacta, un trastorno que lleva a autolesionarse la piel.


(http://www.elmundo.es/elmundosalud/2006/12/18/medicina/1166465654.html)

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