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domingo, 14 de noviembre de 2010

Ver los toros desde la barrera... (I)

Los profesionales de la medicina somos personas tendentes a mantener una línea separatoria entre lo que padece la gente y nuestros sentimientos o "feelings" internos. Se trata de un mecanismo de defensa que nos hace "inmunes", en cierto modo, a la patología del paciente. Clásicamente se ha hablado de la llamada empatía y transferencia/contratransferencia.

La empatía se refiere a la habilidad del terapeuta de entrar en el mundo del paciente y experimentar cognitiva y afectivamente el mundo como lo hace este. Ponerse en el lugar del otro, en definitiva.

La noción de transferencia es un fenómeno inconsciente en el que los sentimientos, las actitudes y los deseos originalmente ligados a importantes figuras de los primeros años de la vida, son proyectados en otras personas ­en este caso en el médico­ que representan a aquellas en el momento actual.
La figura del médico, como otras connotaciones parentales, acogedoras y dadoras de cuidados, es fácilmente evocadora del fenómeno transferencial. La revelación de datos íntimos por parte del paciente, que el médico escucha como si de un padre o un amigo íntimo se tratara, puede suscitar en el paciente actitudes y modalidades de relación aprendidas durante la infancia.


Por contratransferencia se entiende la distorsión de la relación terapéutica producida por el médico. Esta noción, introducida también por Freud en la literatura clínica, hace referencia, tanto a "todo aquello que, por parte de la personalidad del analista, puede intervenir en la cura" como "a los procesos inconscientes que el paciente provoca en el médico".

Una cierta reacción afectiva a la personalidad del paciente, ­edad, sexo, situación social, presentación, comportamiento­ y a su adecuación al papel de enfermo ­del enfermo ideal, del "buen" enfermo y del "mal" enfermo­, que el médico tiene, es inevitable. Así, el médico puede experimentar al paciente de muchas maneras. A veces se le hace pesado y otras veces interesante, provocador, seductor, hostil, lastimero, sumiso o dominante. Igualmente el médico puede sentirse compasivo y encolerizado, molesto, perplejo, acogedor o frustrado. Son sentimientos que no deben ser ignorados sino utilizados para comprender la relación interpersonal y aprender más del paciente y ­lo que es igualmente importante­ de uno mismo.

La calidad de la atención médica tiene como tema central la comunicación humana, si la comunicación en la Relación Médico Paciente ( RMP) es deficiente, la posibilidad de conflictos es muy elevada, sobre todo en los países occidentales (más acentuado en los EEUU que en la vieja Europa) donde prima la medicina defensiva, caracterizada por la desconfianza entre médicos y pacientes . Por un lado los médicos ejercen de forma muy cautelosa la profesión y para cubrirse las espaldas se abusa de la interconsulta y de las pruebas diagnósticas pensando que así están más protegidos de las demandas de los abogados, por su parte el paciente busca aprovecharse de los errores del médico para obtener recursos económicos, a veces a costa de poner en riesgo su propia salud. Luego entre esta marea se desplaza la comunicación médico paciente actual en el mundo occidental que puede tornarse perversa, generadora de desconfianza y eleva los costos de atención en estos países, donde el temor y el juicio por mala praxis, fomentado por los abogados al acecho, tecnifica aún más la RMP y la encarece a veces con solicitudes de investigaciones exageradas y repetitivas, acompañadas de conductas médicas irracionales que ponen en crisis la comunicación en la RMP.

Se ha demostrado en distintos análisis de demandas por mala praxis que en la mayoría de los casos no responden a un mal desempeño técnico profesional, sino a una falla en el proceso comunicacional durante la RMP no satisfecha, por una mala comunicación humana, por ejemplo en muchos hospitales de los EEUU está comenzando a ser obligatorio que los médicos pasen por una serie de pruebas para determinar si tienen ó no habilidades suficientes para comunicarse con el paciente porque que cada vez hay más demandas por parte de los pacientes cuyo fundamento es el de no sentirse satisfecho con el trato recibido.

Bien, y dejando atrás conceptos teóricos, os voy a contar un caso que me ha tocado muy de cerca. Y tanto, como que se ha tratado de mi propio pellejo.

Había una vez un médico con un "bultito" en la ingle que podía tratarse de una "simple" hernia, pero que le había crecido muy rápido, (excesivamente rápido para su gusto, sin haber tenido ninguna clase de antecedente infeccioso claro en la piel de la zona, molestias de ningún tipo, ni otra clase de proceso que lo justificase) y además no se comportaba como una hernia "de libro", (no se metía para adentro con el dedo, ni se notaba más al hacer fuerza con la tripa).

Estando en esta disyuntiva, y trabajando en un hospital, cómo no, se le ocurre la feliz idea de pedirse una ecografía de la zona para salir de dudas lo antes posible, con la cuasiseguridad de que le dirían que era una hernia y que ya se plantearía una cirugía tranquilamente.

Pero..., he aquí el error. Los hallazgos ecográficos no son halagüeños, se trata de una adenopatía (un ganglio linfático) engrosada del tamaño de una almendra, que a la compañera radióloga no le gusta nada y de ese modo se lo hace saber a nuestro (ya) acongojado galeno. Para postre el ganglio no está solo y tiene otro hermanito avellana más profundamente. Se le aconseja la biopsia del ganglio para descartar un origen maligno...

La palabra linfoma empieza a rondar por la mente de nuestro galeno, y ya se ve con los goteros de quimio, y teniendo que tomar decisiones vitales para su incierto futuro.

Pues nada, de perdidos al río. Puesto en contacto con el cirujano de guardia, muy amable por cierto, deciden entre los dos no perder más tiempo y atacar el problema de raiz... Antes de que acabe la jornada laboral y tras el periodo de ayuno correspondiente marcado para la anestesia, se procede a la extirpación-biopsia del "bultito" y de otros ganglios de tamaño normal en la zona para proceder a su estudio histológico.

Me fuí a dormir a casa, por ser del gremio y con la vía i.v. colocada por si tenía que tratarme el dolor directo en vena.

No os podéis ni imaginar (o quizá sí) los pensamientos de todo tipo que pasaron por mi mente hasta que tuve conocimiento del resultado de la biopsia ganglionar...

Pero eso será motivo de un artículo venidero, sólo os puedo adelantar que la cosa acaba bien.