Lo mismo me pasa con los días señalados (por el marketing), por ejemplo en los que has de regalarle algo a tu padre para recordarle que es el mejor padre del mundo, o a tu madre para que vea que madre no hay más que una y que no la olvidas aunque pase alguna semana en que ni la has llamado por teléfono (mea culpa..., lo sé), o a tu mujer el día de San Valentín para demostrarle que la sigues queriendo como el día que la conociste..., o el día de los cumpleaños de la familia o de los amigos.
No me va, lo siento, soy un tipo rarito, diferente. Prefiero la espontaneidad del regalo sorpresa o del detalle inesperado, que precisamente por su cualidad de no esperado es mucho más agradecido.
Esa pseudo-hipocresía social, ese actuar de cara a la galería, esa cuasiobligación de actuar según el canon establecido me es totalmente indiferente..., o por lo menos lo intento.
lunes, 11 de enero de 2010
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